La luz me despierta. Mi primer pensamiento fue que estaba en
Madrid y tenía que ir a trabajar. Pero
en mi segundo pensamiento me di cuenta
que era Domingo, que no tenía que trabajar y que no estaba en Madrid.¡ Qué
alivio! Ese fue mi tercer pensamiento.
Me levanté . No había
silencio .Oía una mezcla de ruidos lejanos,
una mezcla de escalas, frecuencias y notas. Era como una orquesta dirigida por una batuta
mágica, no la ves pero por la rítmica sonoridad de los ruidos sabes que esta. Oigo
como algo salpica en las rocas y las hace gemir. Oigo como algo choca contra
los acantilados a un ritmo preciso y los hace rugir. Y oigo como algo llega con fuerza a la tierra y se
desploma pesada y acompasadamente como la respiración de un atleta que por fin
llega a la meta. Y entonces las rocas,
los acantilados y la tierra colorean esos ruidos, lo tiñen de una gama de
azules y verdes en continuo movimiento.
Después me duché, tome un café , recogí la casa y desde el
garaje me marché. Y mientras conducía de vuelta a Madrid ese ruido especial, ese
ruido casi instrumental ,seguía resonando en mis oídos, y cuanto más lejos
estaba más se amplificaba su eco en mis oídos.
Me acompañó todo el viaje, ofreciéndome esa sensación de protección
que te da recuperar el rumbo , consolándome
con ese aroma salado tan familiar, acariciándome con su sensual y armonioso baile, sumergiéndome en la
complicidad de ese juego de acercarse y alejarse. Tranquilizándome, como a una
niña perdida, con la inmensidad de su abrazo.
Llegue a casa feliz.
Una inexplicable sensación de serenidad, tranquilidad y paz me invadía por
todas partes . Todavía resonaba en mis
oídos el ruido de la mañana , un ruido que me evocaba belleza y libertad.
Y entonces lo supe...
Cuando me vaya me gustaría que el viento me arrastrara con firme rumbo hasta donde nace ese ruido y con ritmo preciso me dejara caer entre las
toneladas de agua y así entre olas, me gustaría romperme
en los acantilados y formar parte
de ese juego de ataque y retirada , de terminar y volver a empezar, de morir y
vivir, porque el eco de esa sonoridad será siempre para mí la respuesta a la búsqueda de la belleza, a la
sensación de libertad.
Y entonces lo supe... No era ruido eran las voces de los que
eligieron el mar.
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