EL COLOR DE LAS PALABRAS
A veces la unión de
dos palabras, que nunca consideramos que pudieran juntarse, forman algo misterioso,
forman algo como un milagro , atrapan a las personas con una especie de lazos, creando
vínculos emocionales.
Es complicado
crear vínculos emocionales entre dos personas, entre miles es difícil, entre
millones es casi imposible. Pero las
palabras cuando las juntamos de una manera especial lo consiguen. Se expanden cubriendo
al que las pronuncia, envolviendo al que las escucha y transportando a todos a otro lugar, un lugar donde
se rompen los límites entre la consciencia y la inconsciencia. Un lugar que
aunque nítido, vivido y definido no acabas de saber si es real o es soñado.
Y eso hacemos las mujeres. Hablamos
y escuchamos porque así nos trasportamos a un mundo mejor, o por lo menos
hacemos más habitable y llevadero el que tenemos.
Leía estos días un
estudio en internet que dice que las mujeres usamos una media de 30.000
palabras al día y los hombres sin embargo usan 15.000. ¡¡Justo el doble!!
Parece excesivo pero
sin embargo el mismo estudio realizado hace 10 años decía que las mujeres
hablaban 3 veces más que los hombres a
lo largo del día. La incorporación de la mujer al trabajo y el menor tiempo libre
nos hace hablar menos ¿Llegaremos a hablar menos que los hombres ?
Curiosamente mientras con
los años descendían las palabras pronunciadas por mujeres, se incrementaban sobre ellas el porcentaje de diagnósticos de
depresión y ansiedad, las visitas al psicólogo y las sesiones de coaching ¿Tendrá algo que ver?
Pues parece que sí. Está demostrado que el simple hecho de hablar
desencadena una serie de reacciones químicas en las mujeres, que nos produce
una sensación similar a la que sienten
los adictos a la heroína cuando se suministran una dosis. Hablar nos desahoga,
nos hace liberar endorfinas, nos relaja y nos hace felices. Pero también nos hace felices escuchar, nos
implicamos, empatizamos y nos interesamos por lo que nos cuentan los demás.
Cosa que no hacen los hombres, parece ser
que la testosterona reduce las dimensiones de la parte del cerebro dedicada a
escuchar. Por eso se quedan parcialmente sordos cuando les contamos nuestras
preocupaciones, nuestros planes o nuestros sueños y totalmente mudos cuando
esperamos sus respuestas.