viernes, 13 de febrero de 2015

DEJA YA DE LLORAR ...

Era un día radiante de frío seco. Un Domingo de Febrero por la tarde. El primer Domingo de mes. El sol vertía sus rayos por el mundo con toda tranquilidad y su luz llegaba a las calles de todo la ciudad , infiltrándose con especial interés por las ventanas de la calle más bonita de Madrid. La calle Antonio Arias.
Todavía no tenía la menor idea que es lo que me llevo a casa de mi madre ese Domingo. Pero estaba intranquila, nada me reconfortaba y una inquietud interior me hizo salir de casa y vagar por las calles, mientras me embargaba una profunda tristeza.
 Llegué al barrio de mi infancia, tome un café en la pastelería Dani, donde tantas veces había tomado café con mi madre. Pase por la mercería donde María José, su dueña, me aconsejaba cuando era una niña cual podía ser el mejor regalo para mi madre en el día de su santo.  Teniendo en cuenta el  poco dinero que tenía ahorrado y lo indecisa que era, me pasaba toda la tarde en la mercería . Al final me armé de valor y entre en la casa donde me crie. El portero, Eugenio, al verme  me esbozo una sonrisa pálida como un atardecer brumoso. Subí al cuarto piso y me crucé con la vecina de enfrente, Nana,  que me miró con ojos cansados, inexpresivos, faltos de profundidad. En sus labios  afloro la sombra marchita de una sonrisa y en sus manos ya no había caramelos. Desde que murió mi madre la gente que la conoció no sonríe igual , son  sonrisas sin luz, sonrisas silenciosas, sonrisas que lloran.
Y al abrir la puerta, al ver la casa en obras, vacía , al ver que mi madre no estaba me sentí como si me hubieran arrebatado de forma injusta algo que me era imprescindible.  Sé por experiencia que en la vida solo en contadísimas ocasiones encontramos a alguien a quien podamos transmitir nuestro estado de ánimo con exactitud, alguien con quien podamos comunicarnos a la perfección. Es casi un milagro, o una suerte inesperada, hallar a esa persona. La mayoría de la gente se muere sin encontrarla. Yo tuve la suerte de encontrarla. La tenía muy cerca, era mi madre.