viernes, 21 de diciembre de 2012

Era un preso resignado a la misión de cantar

Cantaba todos los días, me cantaba sus colores, me cantaba sus sabores, me cantaba sus olores. Cantaba a todas horas, cantaba de día, cantaba de noche. Siempre subido al palo más alto de la jaula. Siempre  mirando al cielo. De día buscaba el sol de noche buscaba las estrellas….
Y cuando cantaba notaba una explosión, una erupción que derramaba gotas, gotas de alegría, gotas de ilusión, gotas de emoción y así un sinfín de gotas se mezclaban con un sinfín de tonos. Y gotas y tonos, tonos y gotas caían cortando el aire y formando una vertiginosa cascada de ritmos y melodías que me empapaba y me impregnaba de una suave y penetrante sensación de bienestar.