domingo, 23 de noviembre de 2014

BAILAR BAJO LA LLUVIA



Durante la estancia de mi madre en el hospital, fueron varias las vecinas de cama que tuvo.  Mujeres de más de 80 años, con la sabiduría que da la experiencia sobre sus espaldas, y los surcos que dibujan el paso del tiempo sobre sus caras. Cada una tenía una historia, unas con hijos, otras con hermanos, alguna afortunada con marido todavía....Familias con las que conviví, y a las que el sufrimiento me unió en pocos días.
Sin embargo las visitas de los familiares con el paso de los días decaían, eran menos frecuentes y cada vez más cortas. En los  hospitales  hay virus, cansan y entristecen y la gente deja de ir. Sin embargo ellas anhelaban las visitas, anhelaban cariño, porque las personas solas se vuelven frágiles y los pensamientos oscuros cada vez son más grandes y más negros y necesitan a un ser querido  capaz de disipar esos pensamientos y capaz de darles un poco de esperanza. Pero  una tarde nadie llegó a visitar a las vecinas de mi madre, ellas que lo único que necesitaban era cariño; ese día se quedaron esperando y mirando  de la puerta al reloj y del reloj a la puerta, con un movimiento similar a las oscilaciones de un péndulo, que poco a poco van perdiendo fuerza y que al final se para como  se para un corazón roto que ha dejado de latir.