Durante la estancia de mi madre en el hospital, fueron
varias las vecinas de cama que tuvo.
Mujeres de más de 80 años, con la sabiduría que da la experiencia sobre
sus espaldas, y los surcos que dibujan el paso del tiempo sobre sus caras.
Cada una tenía una historia, unas con hijos, otras con hermanos, alguna
afortunada con marido todavía....Familias con las que conviví, y a las que el
sufrimiento me unió en pocos días.
Sin embargo las visitas de los familiares con el paso de los
días decaían, eran menos frecuentes y cada vez más cortas. En los hospitales hay virus, cansan y entristecen y la gente
deja de ir. Sin embargo ellas anhelaban las visitas, anhelaban cariño, porque
las personas solas se vuelven frágiles y los pensamientos oscuros cada vez son
más grandes y más negros y necesitan a un ser querido capaz de disipar esos pensamientos y capaz de
darles un poco de esperanza. Pero una
tarde nadie llegó a visitar a las vecinas de mi madre, ellas que lo único que
necesitaban era cariño; ese día se quedaron esperando y mirando de la puerta al reloj y del reloj a la puerta,
con un movimiento similar a las oscilaciones de un péndulo, que poco a poco van
perdiendo fuerza y que al final se para como se para un corazón roto que ha dejado de
latir.
Siempre me han gustado los pequeños temblores que sacuden
los corazones de las personas, temblores que se pueden desencadenar por un
visita inesperada, una llamada a tiempo
o unas palabras adecuadas. Yo quería animarlas
y quería que sus corazones temblaran en ese momento y les dije:
"Chicas imaginaros que soy una hada madrina, que
alguien me ha traído aquí con los ojos vendados y no sé que esto es un hospital
y no se que vosotras estáis enfermas....Pero me han entregado un varita mágica
para hacer realidad vuestros sueños;..." Y empecé por mi madre... _Mama
soy tu hada madrina, dime… ¿Donde te gustaría estar ahora que con mi varita allí
te llevare...?
Para mi sorpresa mi madre dijo... _A mí me gustaría estar en
Viena Azul (cafetería a la que mi madre iba todos los días antes de estar
enferma) con mis queridas amigas....
Seguí con su vecina de la cama derecha, se llama Felisa y
tiene un cáncer de hígado muy avanzado... _Felisa... ¿Donde le gustaría estar
en este preciso momento que allí la llevaré..?. Felisa me respondió: _A mi me gustaría
estar paseando por el retiro del brazo de mi hermano...
Y termine con su vecina de la cama izquierda, tiene leucemia y las
piernas inmovilizadas desde hace mucho tiempo. Keti... ¿Donde le gustaría estar
ahora que allí la llevaré con mi varita? Me respondió con una sonrisa que ilumino toda
la habitación....._Bailando..., Me gustaría estar bailando...Me gustaba tanto bailar!!!
Exclamo mientras las lágrimas le resbalaban muy despacio por su mejilla. Su
cara en ese momento me recordó la Cordillera de las Andes atravesada por un río
pequeño, poco caudaloso pero que alcanza una belleza extraordinaria cuando lo
miras desde la distancia de la ventanilla de un avión.
¡¡Un café , un paseo y bailar...¡¡ Eso es todo!!!! Al final de tu
vida lo que más deseas es lo que siempre has tenido al alcance de tu mano. Nada
que ver con el dinero, con amores imposibles ni lugares extraordinarios.....
Me fui de viaje de trabajo y tardé tres días en volver al
hospital. Cuando entré en la habitación mi madre estaba sola. Pensé...: Que
bien a las vecinas les han dado el alta hospitalaria... Keti es difícil que
este bailando, pero Felisa seguro que esta paseando por el retiro con su
hermano.....
Entró la enfermera y le pregunté....Y entonces mi alegría
desapareció, por un momento perdí el sentido de la dirección de las
cosas....Los ruidos a mi alrededor resonaban de forma extraña, las formas se
distorsionaban y vague durante un rato
por los pasillos del hospital, y durante un rato más largo por las calle Doctor
Esquerdo y por la calle Ibiza.....
Y de repente como si alguien me hubiera traído en volandas...Estaba
allí, en el retiro...Los rayos de sol se colaban entre las ramas de los árboles
y algunas nubes grisáceas teñían el
ambiente de una sensación de irrealidad. Pero el aire de la mañana había ya empezado a infiltrarse sin ruido en la
escena y rozaba mi cara recordándome que era real. Y entonces las vi, allí
estaban.....
Mi madre, Felisa y Keti...
bailando.... Keti no paraba de dar
saltos con las amigas de mi madre, Felisa
y su hermano bailaban cogidos de la mano...y mi madre saboreaba una taza de café
mientras se movía con una gracia y un ritmo difícil de explicar, al son de la música
que el aire al soplar dejaba al pasar...
No pude refrenar las ganas de unirme a ellos y me enseñaron
a seguir su ritmo. El ritmo de lo que muere para volver a nacer otra vez. El ritmo
del eterno amanecer. El ritmo del lenguaje secreto del alma. Yo no soy buena
bailarina pero sentía el temblor de mi corazón y mi cuerpo seguía el ritmo sin
rechistar Y entonces vi que mi padre
también estaba allí, bailando con su cigarrillo en la mano, y su media sonrisa
y sentí que me daba un tenue beso a través de una capa de niebla... pero
también estaban mis hijos, mi marido, mis amigos... Y todo lo que había tenido o
tiene un sentido especial para mí. Y entonces lloré, lloré mucho por todo lo que había perdido y por todo lo que
algún día perdería. Porque nada dura
para siempre
Las nubes grisáceas
empezaron a soltar gotas poco a poco... y sin darnos cuenta llovía con
intensidad, todos estábamos empapados. Todavía
quedaba algún rayo de sol. Salió el arco iris y chorreando nos miramos, nos reímos
y seguimos bailando si cabe con mas ritmo y con más
alegría que antes. Y entonces me di
cuenta, entonces lo supe, no sirve de nada esperar a que pase la tormenta, no
sirve de nada esperar que llegue la calma y se disipen las nubes...... El
secreto de la felicidad es aprender a bailar bajo la lluvia.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTienes razón, "bailar bajo la lluvia", el secreto está ahí. Tu filosofía de vida, una vez más, me llena de optimismo.
ResponderEliminarQ final más bonito.....yo bailo a diario...los pisotones, las caídas son parte del aprendizaje....pero si no bailé me caigo!!
ResponderEliminarMe dijiste que ibas a escribir este fin de semana. Me dijiste que te gustaría que lo leyera y que te pusiera un comentario.
ResponderEliminarMe ha encantado. Aparte de porque escribes de miedo (bastante mejor que yo), por lo que cuentas y por cómo lo cuentas.
El final me ha resonado mucho: El secreto de la felicidad es aprender a bailar bajo la lluvia. Es una gran verdad. Y al mismo tiempo, anula otra frase que habías puesto antes: la de que "nada dura para siempre". Porque cuando aprendes a bailar bajo la lluvia aprendes a que lo verdaderamente importante se mantiene, aunque se moje, aunque se ponga feo, aunque parezca que ha desaparecido... cuando aprendes a bailar bajo la lluvia aprendes a mirar las cosas grandes desde el alma. Y desde ahí todo permanece.
También me ha encantado lo que has puesto de que viste a tu padre y "también estaban mis hijos, mi marido, mis amigos..."
Un beso enorme, AMIGA
Maravillosa sensibilidad. Un placer leer lo que escribes. Especialmente hoy, un fuerte abrazo a la "Hada Madrina". Animo!!!. G.
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
ResponderEliminarMe ha encantado. Lo he leído y releido. Me ha emocionado profundamente.
Por favor, sigue escribiendo y compartirndo tu gran sensibilidad y capacidad decreflexión.
Marisa