sábado, 30 de abril de 2016

EL DIA VEINTISIETE DE CADA MES A LAS OCHO DE LA TARDE


Mi madre había muerto y para mí el mundo se había parado. O mejor dicho el mundo seguía girando pero yo ya no giraba con el ..me movía a la deriva , en una especie de inercia semejante a la existencia en el vacío cósmico. Flotaba de aquí para allá en una atmosfera sin gravedad, porque mi centro de atracción, aquello que todo mi vida me había marcado el norte había desaparecido y en esos momentos yo no sabía dónde estaba el norte, cuál era mi norte

Solo  tenía claro dos cosas, por las muchas veces que mi madre me lo había repetido.. Una  era que tenía que estar muy unida a mi hermano y la otra que su funeral tenía que ser  en la parroquia del Sagrado Corazón. Una mañana que me encontraba con fuerzas decidí ir a la parroquia para cumplir los deseos de mi madre y a medida que me iba acercando iba notando una agradable sensación de cobijo, en esa iglesia me había casado, había bautizado a mis hijos y cientos de veces había ido de pequeña con mis padres, e  iba notando como volvían por los caminos de la memoria recuerdos de felicidad y ternura de aquellos años.