El otro día fui a un funeral. Era el funeral del hermano de
una amiga. Murió durmiendo, un infarto a los 44 años. Durante la homilía el
cura hablaba parsimoniosamente mientras
decía: Nos dejó de repente, le recordaba cariñosamente mientras volvía
a decir: Se fue de repente, nos agradecía
amablemente la numerosa asistencia
mientras añadió otra vez: Murió de repente.
Y mientras el cura hablaba, recordaba y agradecía, y
mientras lo hacía parsimoniosa, cariñosa y amablemente yo pensaba en lo que
significa la palabra de repente, pensaba por qué motivo el cura la repetía
tanto y pensaba que no me gustaría morirme de repente, que no me gustaba la palabra de repente, ni las
cosas que pasan de repente.
No me gustaría perder mi trabajo de repente, ni tampoco
encontrar uno mucho mejor de repente.
No me gustaría que mi
marido me dejara de repente ni me gustaría irme con otro de repente.
No me gustaría hacerme millonaria de repente ni tampoco
perder lo poco que tengo de repente.