domingo, 28 de febrero de 2016

FRIO

Resultado de imagen de DOS ESCALADORES LUCHANDO EN LA MONTAÑA

Tenía la boca seca.  Con la única mano que podía mover  cogió un poco de nieve y se la llevo a los labios. Acto seguido y con una voz metálica dijo: _¡No me dejes! Hinqué la rodilla en la nieve y mi acerqué a él, quería calentarle con mi aliento, con mi voz, con el calor humano que desprendía mi cuerpo.  Me vi reflejado en sus ojos , que enmarcados por filamentos blancos que le teñían las cejas y las pestañas, ganaban intensidad. La piel de su cara estaba quemada por el hielo y había adquirido el color oscuro, ese rastro negro que deja la necrosis por la falta de circulación de la sangre. Solo oía su ansiosa respiración  golpeada de forma intermitente por ráfagas de nieve y viento. A mi alrededor ni rastro de vida, solo el silencio que asustado dejaba paso a los bramidos de una tormenta que desde la cima más alta nos acechaba como un lobo a su presa.

_¡No me dejes, no puedo ver! ,se lamentó. Hacia unos meses le habían operado de los ojos para poder escalar con  mayor seguridad y las cicatrices de la operación le habían estallado por el frio, se le habían congelado los globos oculares por eso no veía. La falta de visión le había abatido.  No podía distinguir sus pies, ya sepultados por la nieve, nieve que  avanzaba y que extendía su manto impasiblemente  sobre sus piernas, sobre sus pantalones llenos de  jirones.    Intente reactivar su mano  inmóvil frotándola con la mía, pero estaba congelada, era como una piedra fosilizada. No tenia guante. La otra mano todavía la podía mover,  pero unos dedos rígidos y de color morado  desgarraban el guante que todavía le quedaba..

Intente levantarle pero no podía con él. Nos faltaba oxigeno. Tenía que tomar una decisión. El cielo estaba cubierto de nubes grises, y la nieve caía lentamente pero sin interrupción.  La tormenta no tardaría en desatarse, las avalanchas nos sepultarían

_¡No me dejes, no quiero morir solo!, susurró como susurra una placa de hielo a punto de quebrarse. Y entonces se me heló el único rincón  donde mantenía calor: la conciencia.  Me paralice por un momento. Le abracé, lloramos  y las lagrimas se convirtieron en hielo antes de llegar a su destino..

Mi instinto de supervivencia me alertó. Me levanté e inicié el descenso . Un indolente y lento descenso. Un paso detrás de otro. Un esfuerzo detrás de otro.  Hasta que me desdoble de mi cuerpo..  Desde el escalón de la montaña, sentado junto a él, era testigo mudo de como mi propio cuerpo iniciaba el descenso sin mí. Un paso. Mi pie y mi pierna  se hundían. Otro paso y se volvían a hundir en una montaña cubierta de nieve. Una montaña solitaria  y de una inmensa  belleza.

 El todavía respiraba pero sus  ojos estaban fijos en el infinito, no pestañeaba, ya  no sentia. Yo  seguía con él  mientras mi cuerpo bajaba sin mí....

Más tarde oí una voz, alguien gritaba mi nombre y en ese preciso instante volví a unirme a mi cuerpo, empezamos a descender juntos de nuevo,  en mitad de un afilado vacío una cálida ola me empujaba, volvía a ser dueño de mis pasos ....Era su voz,  ella me estaba esperando....

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