sábado, 12 de diciembre de 2015

EL ACANTILADO


Cerró la puerta de su casa y salió . Su rostro reflejaba una tenue sonrisa, casi invisible . Una sonrisa huidiza a la mirada de lo demás.   Y mientras caminaba las nubes le acompañaban, unas nubes como humo blanco, como algodones muy tenues casi invisibles . Nubes huidizas como su sonrisa . Nubes huidizas como los amantes que cuanto más se alejan mas los deseas. Nubes huidizas como su padre. A medida que andaba las nubes lentamente se alejaban. Era como si unas manos inmensas fueran abriéndole paso en el cielo para iluminar su camino en el tierra. Y esas manos fueran moldeando, ciñendo, abriendo el cielo azul a grandes lagunas donde se pierden los ojos.


Y empezó a andar por una calle amplia, llena de casas, una  extensión blanca se abría  a sus pies.  Casas de mil formas y alturas aparecieron ante él . Pasó junto a casas viejas, silenciosas, impasibles.  Casas anchas, soberbias lujosas y casa humildes pequeñitas que parecían esconderse en un rincón, en  uno de esos rincones se oye  un sonido, un hombre de unos cuarenta años  golpeaba de cuando en cuando su pequeño martillo sobre la quilla de un barco, que languidecía en la puerta de una de esas casas.

Siguió andando, ya no ve casas,  a lo lejos perdiéndose en la altura refulgen las copas de los arboles nítidamente bajo el brillo de los primeros rayos de sol. Se aprecian luces y matices tiñendo de colores lo que parecen unos  almendros , quiere llegar hasta allí y acelera el paso.

 Se cruza con una señora de mediana edad que pasea con su perro. La señora empieza a hablar. No habla con él , habla con el perro. Dos chicos en pantalón corto y con cascos en los oídos le adelantan por la izquierda dejando un rastro de olor a cuerpo humano mezclado con olor a protección solar. Un niño de pocos años llora mientras intenta soltarse de la mano de su madre


Ahora las nubes aparecen desgarradas por una montaña, se acercaron sinuosamente a ella ,  se entregaron dulcemente pero la montaña las ha desgarrado sin piedad. Ahora  ofrecen una mezcla de claros y oscuros, de luces y sombras....

En las sombras refresca, sopla una ligera brisa,  se pone la sudadera que llevaba atada a la cintura y sigue andando cada vez más deprisa, tiene que llegar a la montaña, a los almendros,  al acantilado.

Un señor mayor, de pelo blanco destaca a lo lejos, reptando hacia la altura de la montaña, perdiéndose , reapareciendo por las curvas del camino, perdiéndose definitivamente

La cumbre se vislumbra radiante, las laderas están llenas de matorrales, los almendros han quedado atrás. Arriba una bóveda azul, a lo lejos se oye a un perro ladrar

Y de repente ahí está. Su silueta se recorta ante el inmenso acantilado , está de espaldas a él,  sentando en un banco de madera, un banco parecido a los que había en el retiro cuando éramos pequeños. Esta  delante de un enorme mar brillante, de un azul intenso, uniéndose en el horizonte con un cielo diáfano y luminoso y haciendo difícil distinguir que es mar y que es cielo. Lleva un pantalón gris de franela y una jersey marrón de lana , zapatillas de deporte sin atar y su abundante pelo blanco se movía con el paso del viento. Se oyó una voz, flotando en ese viento ...          ¿ Papá por qué te has ido? Como respuesta solo una presencia muda que añade misterio a una luminosa mañana....

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